jueves, 12 de mayo de 2016

Francia derrota a un ejército germano-español en la Batalla de Cerisoles.(LUCIA MORALES)


La batalla de Cerisoles fue un enfrentamiento armado entre el ejército francés de Francisco I y el del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V en el marco de la Guerra Italiana de 1542-1546. La batalla, calificada por el historiador Bert Hall como "maravillosamente confusa", tuvo lugar el 11 de abril de 1544, en las cercanías de la villa de Ceresole d’Alba, en la región italiana del Piamonte







Las tropas francesas bajo el mando de Francisco de Borbón, conde de Enghien, derrotaron a las tropas imperiales bajo el mando de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto y de Pescara. A pesar de que las tropas imperiales sufrieron numerosas bajas, los franceses no fueron capaces de aprovechar su victoria para tomar la ciudad de Milán.
Francisco de Borbón y Alfonso de Ávalos dispusieron sus ejércitos en dos elevaciones paralelas; debido al relieve irregular del campo de batalla, muchas de las acciones individuales que se produjeron en la batalla no estuvieron coordinadas entre sí. Los inicios de la batalla fueron una serie de escaramuzas entre los arcabuceros de ambos bandos y un inútil intercambio de fuego de artillería, tras lo que Ávalos ordenó un avance general. En el centro, los lansquenetes imperiales chocaron con la infantería francesa y suiza sufriendo numerosas bajas. En la zona sur del campo de batalla, la infantería italiana al servicio del Emperador fue hostigada por ataques de la caballería francesa y tuvo que retirarse tras conocer que las tropas imperiales habían sido derrotadas en el centro. Mientras tanto, en el norte, la línea de la infantería francesa se desmoronó, y Enghien mandó una serie de costosas e ineficaces cargas de caballería contra la infantería española y alemana antes de que estos últimos no tuvieran más remedio que rendirse tras la llegada desde la parte central de los victoriosos suizos y franceses.

Francisco de Borbón (tropas francesas)        Alfonso de Ávalos (trompas imperiales)








La batalla de Cerisoles fue una de las pocas batallas acordadas en la parte final de las Guerras Italianas. Es conocida principalmente entre los historiadores militares por la "gran matanza" que tuvo lugar cuando las columnas de arcabuceros y piqueros se encontraron en el centro y demostró que la caballería pesada aún tenía un importante papel en el campo de batalla que estaba ampliamente dominado por la emergente infantería de piqueros y arcabuceros.
El inicio de la guerra en el norte de Italia se había producido con la toma de Niza en agosto de 1543 por parte de un ejército combinado de tropas francesas y otomanas. Mientras tanto, las fuerzas hispano-imperiales de los Habsburgo habían avanzado a través de Lombardía hacia Turín, que estaba en manos de los franceses desde el final de la guerra anterior en 1538. La guerra entre las fuerzas francesas de Guigues Guiffrey, señor de Boutières, y las imperiales de Ávalos había alcanzado un punto muerto en el Piamonte el invierno de 1543-44. La situación francesa, centrada en Turín, se había extendido hacia una serie de poblaciones fortificadas: Pinerolo, Carmagnola, Savigliano, Susa, Moncalieri, Villanova d'Asti y Chivasso entre otras; mientras tanto, Ávalos controlaba un conjunto de fortalezas situadas en el perímetro del territorio francés: Mondovì, Asti, Casale Monferrato, Vercelli e Ivrea. Ambos ejércitos se enfrascaron en ataques a puntos defensivos del enemigo. Boutières tomó San Germano Vercellese, cerca de Vercelli, y sitió Ivrea; a su vez, Ávalos capturó Carignano, a tan sólo 24 kilómetros al sur de Turín, y procedió a guarnecerlo y fortificarlo.
Tan pronto como ambos ejércitos volvieron a sus cuarteles de invierno, Francisco I de Francia relevó del cargo a Boutières y dio el mando a Francisco de Borbón, conde de Enghien y duque de Vendôme, quien no tenía experiencia al mando de un ejército. Además, Francisco envió tropas de refuerzo al Piamonte, incluyendo algunos centenares de caballeros pesados, algunas compañías de infantería francesa del Delfinado y del Languedoc y una tropa de soldados mediosuizos de Gruyères. En enero de 1544, Enghien asedió Carignano, siendo derrotado por las tropas imperiales bajo el mando de Pirro Colonna. Los franceses pensaban que Ávalos se vería obligado a socorrer la ciudad asediada, momento en el cual se le podría forzar a librar una batalla. Sin embargo, dado que las batallas concertadas se veían como una empresa con grandes riesgos, Enghien envió a París a Blaise de Montluc para que este pidiera permiso a Francisco I para librar batalla. Por lo visto, Montluc convenció a Francisco I para que éste diera su consentimiento a pesar de las objeciones presentadas por Francisco II, conde de Saint-Pol-sur-Ternoise, quien objetaba que una posible derrota dejaría a Francia expuesta a una invasión de las tropas de Ávalos al mismo tiempo que Carlos V y Enrique VIII de Inglaterra se preparaban para atacar Picardía. Montluc regresó a Italia trayendo consigo unos cien voluntarios, jóvenes de la nobleza de la corte, entre los que se encontraba Gaspar de Coligny.
Tras haber esperado la llegada de un gran contingente de lansquenetes enviados por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V, Ávalos abandonó Asti para dirigirse a Carignano. Ávalos contaba con una fuerza compuesta por entre 12.500 y 18.000 soldados de infantería, de los que probablemente unos 4.000 eran arcabuceros o mosqueteros: tan sólo había sido capaz de reunir entre 800 y 1.000 caballeros, de los que menos de 200 eran gendarmes. Ávalos tenía conciencia de la debilidad de su caballería, pero consideraba que podría compensarla mediante la experiencia de su infantería y el gran número de arcabuceros con que contaba su ejército.

Tras tener noticia del avance del ejército imperial, Enghien dejó una fuerza en Carignano para mantener el bloqueo y reunió el restante de sus tropas en Carmagnola para bloquear el avance de las tropas de Ávalos hacia la ciudad. La caballería francesa que seguía de cerca los movimientos de las tropas imperiales descubrieron que éstas se dirigían directamente hacia las posiciones del ejército francés. El 10 de abril, Ávalos ocupó la villa de Ceresole Alba, situada a unos ocho kilómetros al sur del lugar donde se encontraban las tropas francesas.
Los oficiales de Enghien le instaron a lanzar un ataque inmediatamente, pero éste decidió establecer el combate en un lugar de su propia elección. Así, la mañana del 11 de abril de 1544, las tropas francesas marcharon desde Carmagnola hasta una posición unos cinco kilómetros al sureste y allí esperaron la llegada de Ávalos y sus hombres. Enghien y Montluc pensaban que un campo de batalla abierto daría a la caballería francesa una ventaja táctica significativa. Llegados a este punto, el ejército francés estaba formado por unos 11.000 o 13.000 infantes, 600 unidades de caballería ligera, entre 900 y 1.250 unidades de caballería pesada y unas 20 piezas de artillería, las mismas con las que contaba Ávalos[]. La batalla llegó en un buen momento para Enghien, ya que sus tropas suizas —tal y como había sucedido anteriormente en la batalla de Bicoca— amenazaban con abandonar el ejército si no recibían su paga; las noticias de una batalla inminente devolvieron algo de calma entre las filas.

Consecuencias

Las bajas de la batalla fueron inusualmente altas, estimándose en un 28% del total de las tropas involucradas. Las fuentes contemporáneas daban unas cifras para las bajas del ejército imperial no menores a 5.000 o 6.000 hombres,. Murieron un gran número de oficiales ; muchos de los que sobrevivieron fueron hechos prisioneros, incluyendo a Ramón de Cardona, Carlo Gonzaga y Eriprando Madruzzo. Las bajas francesas fueron menores, pero su número alcanzó al menos los 1.500 o 2.000 muertos. Estas pérdidas incluían muchos oficiales de los contingentes de infantería de la Gascuña y de Gruyères, así. El único prisionero francés del que se tiene constancia fue Des Thermes, que había sido llevado junto a los italianos de Sanseverino que se rindieron.
 
María I de Inglaterra accede al trono, sucediendo a Enrique VIII
María fue la única hija de Enrique VIII y su primera esposa, Catalina de Aragón que sobrevivió a la infancia. Su madre sufrió abortos en varias ocasiones, una hermana nació muerta y tres hermanos apenas vivieron. Por parte de madre era nieta de Fernando II de Aragón y de Isabel I de Castilla. Nació en el Palacio de Placentia en Greenwich, Londres. Fue bautizada con el cardenal Wolsey como padrino. Fue una niña enfermiza con problemas de visión y dolores de cabeza. John Hussey, barón Hussey de Sleaford fue su chambelán, y su mujer, Lady Anne, hija de George Grey, una de sus ayudantes.
A pesar de sus problemas de salud, fue una niña precoz. Gran parte del reconocimiento de su esmerada educación se la debe a su madre, quien contó para ello con el erudito Juan Luis Vives. También estudió griego, ciencias y música. En julio de 1521, con apenas cinco años y medio, entretenía a las visitas tocando el virginal, un pequeño clavicémbalo. Enrique VIII la adoraba y alardeaba frente a sus amistades de su buen comportamiento. A la edad de nueve años, su padre le donó su propia corte en el Castillo de Ludlow, así como varias prerrogativas reales, solo concedidas al Príncipe de Gales, llamándola incluso Princesa de Gales. En 1526, fue enviada a Gales para presidir el Consejo de Gales y las Marcas. A pesar del afecto que le profesaba, Enrique VIII estaba decepcionado por la ausencia de hijos varones.
Durante su infancia Enrique VIII negoció posibles matrimonios para su hija. Cuando solo tenía dos años fue prometida al hijo del rey a Francisco I de Francia, pero tres años después se canceló el trato. En 1522 se acordó el Tratado de Windsor por el que se casaría con su primo, el emperador Carlos V, que por entonces contaba con 22 años. Sin embargo, el compromiso también se rompió años después. Fue entonces cuando se sugirió la boda con el padre del delfín de Francia, Francisco I, quien deseaba una alianza con Inglaterra. Un tratado de matrimonio se firmó en el que se estipulaba que María se casaría con Francisco I o su segundo hijo Enrique, duque de Orléans. Sin embargo, el cardenal Thomas Wolsey, consejero jefe de Enrique VIII, consiguió asegurar la alianza sin el matrimonio.
Mientras, el matrimonio de los padres de María estaba en peligro debido a la falta del heredero varón. El rey intentó la anulación, pero el Papa Clemente VII lo rechazó. Se especula con que la decisión del Papa estuvo influida por el antiguo prometido y sobrino de la madre de María, Carlos V. Enrique VIII había alegado consanguinidad (a pesar del debate sobre la posible consumación del matrimonio), ya que su esposa había estado casada anteriormente con su hermano Arturo. En 1533 Enrique VIII se casó en secreto con Ana Bolena y más tarde el matrimonio con Catalina fue declarado inválido. Enrique entonces rompió relaciones con la Iglesia Católica y se proclamó cabeza de la Iglesia Anglicana. Como consecuencia de ello, Catalina de Aragón perdió su título de reina pero mantuvo el de Princesa viuda de Gales, título que llevaría como viuda del príncipe Arturo. María fue declarada ilegítima, pasó a recibir el trato de Lady María y se la apartó de la línea de sucesión, ocupando su puesto su medio hermana, hija de Ana Bolena y futura reina Isabel I.
María fue expulsada de la Corte, así como sus sirvientes de sus trabajos y fue obligada a servir como dama de compañía de Isabel. No se le permitió ver a su madre ni asistir a su funeral en 1536. Se dice que la razón del frío comportamiento hacia su hermanastra Isabel se debió al trato que recibió durante estos años.

Retrato de María I (1516-1558).
Cuando Ana Bolena fue decapitada, Isabel perdió su tratamiento de princesa, pasó a ser tratada como Lady Isabel y fue eliminada de la línea de sucesión. Pocos días después de la muerte de Ana, Enrique VIII se casó con Juana Seymour, quien murió tras dar a luz a un varón, el futuro Eduardo VI. María fue la madrina y presidió el duelo en su funeral. En respuesta a este gesto, Enrique VIII le concedió una casa y le permitió residir en los palacios reales. La publicación de los gastos personales que hizo durante ese periodo demuestran que residió en Hatfield House, en el Palacio de Beaulieu, también llamado Newhall, Richmond y Hunsdon.
En 1543 Enrique VIII se casó por sexta vez, en esta ocasión con Catalina Parr, quien consiguió unir a toda la familia. Un año después, mediante el Acta de Sucesión, Enrique VIII volvió a incluir a sus dos hijas en la línea de sucesión detrás de su hijo Eduardo, a pesar de seguir siendo ilegítimas de manera oficial.
Enrique VIII murió en 1547 y su hijo Eduardo VI le sucedió. Puesto que todavía era menor, la regencia pasó a un consejo dominado por protestantes que intentó implantar su fe en todo el país. Por ejemplo, el acta de uniformidad 1549 prescribía los ritos protestantes, tales como el uso del libro de oraciones de Thomas Cranmer.
 
ENRIQUE VIII                                                                                    EDUARDO VI
 
Edward VI of England c. 1546.jpg
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Eduardo VI murió de tuberculosis en julio de 1553. Eduardo VI, así como su padre Enrique VIII, no quería que María heredase la corona por el temor a que reimplantara el catolicismo y deshiciera todas las reformas hechas hasta ese momento. Por ello planeó excluirla de la línea sucesoria, algo que le desaconsejaron sus asesores ya que tendría que excluir también a su hermana Isabel. Guiado por John Dudley, duque de Northumberland, Eduardo VI excluyó a ambas de la línea de sucesión en su testamento.
Eduardo VI consiguió que Lady Jane Grey, nuera de Dudley, nieta de la reina de Francia y sobrina de Enrique VIII, fuera la que le sucediera. Sin embargo la exclusión de María e Isabel contradecía el Acta de Sucesión de 1544 en la que se restauraba a María e Isabel en la línea sucesoria. A punto de morir Eduardo VI, su hermana María fue enviada de vuelta a Londres desde el castillo de Framlingham (Suffolk), donde se había mudado recientemente tras abandonar la residencia del Palacio de Beaulieu. Sin embargo, María dudó de que este viaje fuera solo un pretexto para ser capturada y facilitar así el ascenso de Grey al trono. Lady Grey fue proclamada reina de Inglaterra el 10 de julio de 1553
 
 
LUCIA MORALES JIMENEZ

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